domingo, 24 de junio de 2007

EL MAL DESCRITO EN PALABRAS DEL SANTO OBISPO DE HIPONA AURELIO AGUSTÍN

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

ESCUELA DE FILOSOFÍA

SEMINARIO DE AUTOR MEDIEVAL-AURELIO AGUSTÍN

NOMBRE: Jiménez Richard

EL MAL DESCRITO EN PALABRAS DEL SANTO OBISPO DE HIPONA AURELIO AGUSTÍN

BREVES DATOS BIOGRÁFICOS DE AURELIO AGUSTÍN

San Agustín de Hipona (354-430), nace en Tagaste, Argelia. Su padre Patricio era pagano, mientras que su madre Mónica, era una gran devota cristiana, quién más tarde sería canonizada como santa, y que dedicó toda su vida a la conversión de su hijo.

Aurelio Agustín se educó en las artes liberales y en la retórica, en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madura y Cartago. Antes de su conversión él nos cuenta en su libro, Las Confesiones, que era un gran fanático de la astrología y el teatro poético de los pueblos.

Su vida monótona dio un vuelco gracias a la lectura que realizó del tratado filosófico del orador y estadista romano, Marco Tulio Cicerón, El Hortensius.

Este libro trocó mis afectos, y me mudó de tal modo, que me hizo dirigir a Vos, Señor, mis súplicas y ruegos, y que mis intenciones y deseos fuesen muy otros de los que antes eran. Luego al punto se me hicieron despreciables mis vanas esperanzas, y con increíble ardor de mi corazón deseaba la inmortal sabiduría, y desde entonces comencé a levantarme para volver a vos.

Encuentra en la filosofía una instancia de dirección de la realidad, pero este mismo despertar intelectual de su búsqueda de la sabiduría, le haría caer en la secta maniquea. “De aquí nació que vine a dar en manos de unos hombres tan soberbios, como extravagantes, y además de eso, carnales y habladores, en cuyas lenguas estaban ocultos los lazos del demonio.” Pero del mismo modo como entró engañado por sus palabras, saldría de aquella secta dándose cuenta que estaban equivocados y que su doctrina y sus pensadores como Fausto, poseían contradicciones en sus planteamientos.

San Agustín, Confesiones, Iberia, Barcelona, 1976. Libro III, Cáp. IV, pág. 52.

Ibid., Libro III, Cáp. VI, pág. 54.

Entre los 15 y 30 años de edad, vivió con una mujer cartaginesa, con la que en el año 372 tuvo un hijo, Adeodato, quien mas tarde moriría de un mal febril.

Su viaje a escondidas de su santa madre hacia Milán, le cambiaría la vida por el hecho de que ya no era maniqueo y que escuchando los sermones, tan magistrales, del obispo de la ciudad, san Ambrosio, se convertiría a la fe cristiana y encontraría en la fe una salida a las encrucijadas racionales y aporías de la razón, que le producía su vehemente búsqueda de la verdad. Al ingresar completamente en el cristianismo se da cuenta que el verdadero camino hacia la excelencia es amar al creador y venerarlo por todas sus bendiciones.

EL MAL

Comencemos desde el principio, San Agustín al leer el tratado filosófico de Cicerón, El Hortensius, comienza a empaparse de la sabiduría, y su mente decide preguntarse por cuestiones más trascendentales que las cuestiones mundanas que le ofrecía la retórica.

Pero antes que nada debemos saber que el método, agustiniano, consiste en una mezcla entre razón; proporcionada por la filosofía, y fe; proporcionada por la religión. Estos dos puntos se complementan entre si, ya que el correcto uso de uno de los dos y apoyado por el segundo, nos proporciona una correcta salida ante las preguntas que se nos presentan y que uno de los dos puntales no sabría salir de aquella encrucijada, sin la ayuda del otro.

En pocas palabras si nos detuviéramos solo en la fe, tendríamos el riesgo de evadir la lógica racional y no poseeríamos un carácter de ciencia, y si nos detuviéramos solo en la razón, caeríamos en múltiples callejones sin salida que la misma razón no puede resolver, ya que nacimos para cosas grandes “At majora natus sum”, estámos hechos para alcanzar la verdad y no quedarnos en expresiones limitadas, no quedarnos en las apariencias, sino llegar a lo que permanece, que es el verdadero amor.

Por lo tanto Agustín muy sabiamente resumen todo lo antes dicho con una de sus frases más célebres: “Creo para entender y entiendo para creer.”(Razón y Fe).

Porque para Agustín la verdad mora en nuestro interior y es necesaria una interiorización, una vuelta a nosotros mismos para encontrar una solución y es ahí donde Razón y Fe, se convierten en nuestras herramientas más indispensables.

Una de las tantas interrogantes planteadas por el santo obispo de Hipona, es la cuestión que trataremos en estas líneas y se trata del origen del MAL. Él mismo relata en su libro, que los maniqueos le ofrecieron una respuesta aparentemente certera ante esta pregunta.

Los maniqueos a través de su fundador Manes, creían en dos principios ontológicos, un dualismo que formulaba la tesis de que existe un principio para el bien y otro principio para el mal, siendo estos dos, realidades sustanciales en constante lucha.

El hombre estaría compuesto por un espíritu; que es obra de Dios y un cuerpo; que es obra del demonio, por el hecho de que el principio del bien puede ser corrompido por el principio del mal y estos males se deben a la corrupción del demonio y su dominio sobre nuestras vidas.

La perspicacia de Aurelio Agustín sacaría a flote los errores de esta tesis dualista, con estas formulaciones:

a) No existen dos principios originadores del bien y el mal. Existe un solo principio originador de toda la realidad y es Dios, todo lo demás se deriva de él, pero no bajo la misma naturaleza, porque nosotros participamos del ser que nos brinda Dios, mas él no participa de nosotros y vendríamos a ser una creación hecha por bondad y de la nada (ex - nihilo).

b) La corrupción no se debe al demonio y nos absuelve de culpa, sino que es fruto de nuestro libre albedrío.

Entonces San Agustín explica el mal como una privación del bien (Privatio boni) y que Dios al ser el sumo bien no admite una creación malvada y por lo tanto las criaturas en sí, son todas buenas, nosotros hacemos que dichas criaturas sean buenas o malvadas, Ej. Un cuchillo en buenas manos, sirve para cortar un pedazo de pan, pero el mismo cuchillo en malas manos sirve para asesinar a una persona. El mal al ser una privación del bien, vendría a ser una reducción de perfecciones ya que nosotros gracias al libre albedrío elegimos entre llegar a más perfecciones acercándonos a Dios, o reducir nuestras perfecciones acercándonos al mal, o la nada, sin ninguna perfección, el mal en sí. Por lo tanto la solución está en nuestras manos, en amar al Creador y no quedarnos hipnotizados en sus criaturas y olvidarnos de él, que es la verdad de todo.

BIBLIOGRAFÍA

· Microsoft ® Encarta ® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

· San Agustín, Confesiones, Iberia, Barcelona, 1976.

· Apuntes tomados en clase.

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